Por: Víctor de Currea-Lugo
Los delgados del Gobierno, Frank Pearl, y del Eln, Antonio García. /AFP
Habíamos dicho que la paz sin el Eln sería incompleta y la buena noticia es que, finalmente, se acordó la mesa pública con el gobierno. Esto implica un fortalecimiento de La Habana, entendiendo la negociación como un proceso en dos mesas (una en Cuba y otra en varias partes). Además, significa que el secretismo de la fase preliminar disminuye, cuya falta de información se llenó varios años con rumores.
Ahora se abren al debate público varios temas: si el gobierno está dispuesto a garantizar de verdad la protección física y la participación política de las organizaciones políticas y sociales, si el Eln acepta su propio argumento de que “obedecerá a la sociedad”, si el gobierno va a reconocer que sí hay una lista indispensable de “transformaciones necesarias para la paz”, si el Eln precisa para cuándo y bajo qué condiciones acepta la dejación del uso de las armas y cómo el gobierno abre las puertas a un diálogo con la sociedad para hablar no solo del fin del conflicto, sino de la construcción real de paz.
Hay que recordar que hay, por lo menos, tres lenguajes en un proceso de paz: el que se usa frente a los micrófonos, el que se usa oficialmente en la mesa y el que usan las partes del conflicto a su interior. Confundir estos tres lenguajes es ingenuo y además es perverso. Y ese es uno de los retos que enfrentará la nueva mesa, con sus implicaciones en términos de legitimidad del proceso. Hay Más.-Ir a: Seis puntos en las negociaciones.
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