Nueva York, 19 de septiembre de 2023.
Pasé por Santiago de Chile hace una semana –desde ahí viene mi viaje– para conmemorar los 50 años de un golpe brutal, homicida, sanguinario, contra el presidente Salvador Allende.
Luego llegué a mi país, a un barrio popular de Medellín, donde antes la mafia seducía jóvenes, para entregarles la posibilidad de aprender programación de computadores.
Luego llegué a La Habana, a un país injustamente bloqueado, al que un presidente de mi país sugirió, y lo logró, que se incluyera en la lista de países terroristas, solo porque había ayudado a hacer la paz en Colombia.
Y ahora vengo aquí, compañeras y compañeros, a leer este discurso. En este año que ha pasado desde el último discurso que di en Naciones Unida, no hemos visto sino profundizar lo que los ricos reunidos en Davos llamaron la poli crisis.
La guerra sigue, el hambre continua, la recesión aumenta, y la crisis climática ha mostrado sus dientes como nunca llevándose decenas de miles de vidas y calentando las tierras y los mares como nunca. Ha sido un año en que la humanidad ha perdido y ha avanzado sin titubeos los tiempos de la extinción.
Todas estas crisis son en realidad una. La crisis de la vida. Pareciera que la dirigencia mundial se hubiera enemistado con la Vida.
La crisis de la Vida se expresa en un indicador aterrador. Ha iniciado desde los rincones más alejados del planeta, desde los últimos lugares una marcha silenciosa de gentes de culturas diferentes que se mezclan en los caminos, como en una pintura de infinitos matices; los colores se van mezclando en una marcha incontenible, una multitud de todos los colores avanza por trochas, por mares, por selvas. Va configurando una especie de obra de arte en el lienzo de la tierra, un fluido de tonos, sonidos, de vestimentas diferentes y culturas se amalgaman sin perder sus inicios en una gran marcha del sur al norte: es el éxodo de la humanidad que ha comenzado. Hoy son decenas de millones, mañana según la ciencia, en el año 2070 habrán alcanzado tres mil millones, huyendo de sus lugares queridos porque serán inhabitables.
El éxodo ha crecido como avanza la crisis de la vida
En mi Patria, el país de la belleza: Colombia, el país de la explosión de la vida, en ese 2070 solo quedaran desiertos. Los pueblos irán al norte, ya no atraídos por las lentejuelas de la riqueza, sino por algo más simple y vital: el agua. Como desde los inicios milenarios de la humanidad, los pueblos irán a donde queda algo de agua líquida. Hacia el norte. Miles de millones que desafiarán ejércitos y cambiarán la Tierra.
El éxodo de los pueblos hacia el norte mide con exactitud la dimensión del fracaso de los gobiernos. Este año que ha pasado ha sido un tiempo de derrota de los gobiernos, de derrota de la humanidad. Ha crecido el éxodo en las fronteras.
Han puesto perros, galgos, a correr tras inmigrantes, han puesto gentes de a caballo a perseguir, con látigos en las manos, con cepos y cadenas, han construido cárceles, tanto han crecido en el odio al extranjero, al extraño, que las cárceles las han puesto en el mar para que no pisen los hombres y mujeres del sur las tierras de los blancos, que aún se consideran la raza superior y, nostálgicos, reviven en sus elecciones al líder que lo decía y mataba por ello a millones.
El éxodo ha crecido en este año mostrando como avanza la crisis de la vida.
Pero mientras el reloj ha avanzado en los minutos que definen la vida o la muerte en nuestro planeta, en lugar de sentarnos a detener el tiempo y dialogar sobre cómo defender la vida para después, gracias a profundizar en saberes, expandirla en el universo; decidimos perder el tiempo matándonos entre nosotros. Para cumplir los objetivos de desarrollo sostenible, hay que cesar todas las guerrasNo estamos pensando en cómo expandir la vida en las estrellas sino como acabarla en nuestro planeta. Nos hemos dedicado a la guerra. Nos han convocado a la guerra. A la Latinoamérica la han llamado para entregar máquinas, hombres para ir a los campos de combate. Se olvidaron que, a nuestros países los invadieron varias veces, los mismos que hoy hablan de luchar contra invasiones. Se olvidaron que, por petróleo invadieron a Irak, a Siria, a Libia. Se olvidaron que, las mismas razones que se expresan para defender a Zelensky son las mismas razones con las que se debería defender a Palestina.
Se olvidaron que, para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, había que cesar todas las guerras. Pero ayudaron a prender una porque al poder mundial les convenia en sus juegos de tronos, en los juegos del hambre; y se olvidaron de acabar la otra porque al poder no le convenia acabarla.
¿Cuál la diferencia entre Ucrania y Palestina? ¿No es hora de acabar ambas guerras, y otras, y aprovechar el corto tiempo para construir los caminos para salvar la Vida en el planeta?
Les propongo acabar la guerra para tener el tiempo de salvarnosComo presidente de Colombia, el país de la belleza, que un grupo dentro de la humanidad, de millones de obreros, de mujeres del barrio popular, de indígenas y negros, de gentes del campo y del martillo, de juventudes de todos los colores decidió elegir en mayoría y hacerme hablar aquí ante ustedes, les propongo acabar la guerra para tener el tiempo de salvarnos.
Les propongo que Naciones Unidas auspicie cuanto antes dos conferencias de Paz, la una sobre Ucrania, la otra sobre Palestina, no porque no haya otras guerras en el mundo, como en mi país, sino porque enseñarían hacer la paz en todas las regiones del planeta, porque ambas y solo ambas acabarían la hipocresía como práctica política, porque podríamos ser sinceros, virtud sin la cual no seremos los guerreros de la vida.
La generación que hoy debe decidir y actuar cuanto antes para superar el enorme huracán que se ha desatado contra lo viviente, desde las oscuras pero poderosas cloacas de la codicia, del huracán del capital que solo mira la ganancia y que se ha engullido el planeta y la base misma de la existencia.
Les propongo acabar la guerra para defender la vida de la crisis climática, la madre de todas las crisis. Fuente. Presidencia de República de Colombia. Hay mas.-
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