Un gesto de guerra, un gesto
de fraternidad. En la misa «in Coena Domini» celebrada el 24 de marzo por la
tarde, Jueves santo, entre los refugiados hospedados en el Centro de acogida de
solicitantes de asilo (Cara) de Castelnuovo di Porto, el Papa volvió a hablar
de los recientes atentados de Bruselas. «Un gesto de guerra, de destrucción en una ciudad de Europa, de gente que
no quiere vivir en paz», dijo con voz seria recordando la traición de Judas por
treinta denarios y afirmando que detrás de la masacre de Bélgica «están los
fabricantes, los traficantes de armas que quieren la sangre, no la paz; que
quieren la guerra, no la fraternidad».
Un gesto contrario al gesto realizado durante la Última cena —gesto repetido
por Francisco durante el rito del lavatorio de los pies a 11 refugiados y a una
trabajadora de la estructura de acogida— y que se contrapone a la actitud de
servicio y de fraternidad testimoniada por Jesús. «Él, que era el jefe, lava
los pies a los demás, a los suyos, a los más pequeños» dijo el Pontífice. «Hoy,
en este momento, cuando yo haré el mismo gesto de Jesús de lavar los pies a
vosotros doce —explicó— todos nosotros estaremos haciendo el gesto de la
fraternidad, y todos nosotros decimos: “Somos diversos, somos diferentes,
tenemos diferentes culturas y religiones, pero somos hermanos y queremos vivir
en paz”». De aquí el llamamiento a los presentes, invitados a rezar al Señor,
«cada uno en su lengua religiosa», para que la «fraternidad contagie el mundo,
para que no existan las treinta monedas para matar al hermano, para que siempre
exista la fraternidad y la bondad».
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